Los alcohólicos tienen una personalidad inadecuada (un desorden de personalidad oculto), o sea una personalidad emocional deformada. Esto comprende el sector del temperamento y el carácter que va a dar origen a las emociones, los impulsos amorosos o agresivos, los sentimientos, la tendencia a valorarse a uno mismo, la seguridad, todo el registro de la sexualidad y las necesidades primitivas, como son el beber y el comer, bajo su enfoque de placer y no placer.
Lo anterior se desarrolla desde el nacimiento. Desde ese momento, el niño tiene necesidades inmediatas de relaciones afectivas con las personas que lo alimentan y lo cuidan. Todas las etapas de la vida afectiva en la crianza del niño están cargadas de consecuencias para la evolución posterior de su personalidad. Una sobreprotección prolongada, o una falta aguda de afecto, pueden traer consecuencias desastrosas en su futuro adulto. Es por eso que el enfermo alcohólico, durante su desarrollo, ha tenido fijaciones durante las etapas afectivas y al crecer cronológicamente, permanece con esto inconsciente o conscientemente. Al cruzarse la bebida en su camino, considera que le hace falta el efecto sedante de la misma y toma para "sentirse bien".
El alcohólico puede darse cuenta de que el alcohol "combate" su timidez, y tiene la impresión de que lo estimula y le da otra personalidad. En un estado de ansiedad o depresión el alcohol es, repito, como una anestesia y un relajante, y proporciona una tranquilidad y alegría ficticias; o bien, si se trata de un estado de inseguridad, "le da confianza" o le hace "olvidar". Si su sentimiento es de soledad, de incomprensión o de falta de afecto, en el alcohol encuentra compensación y éste adormece momentáneamente sus frustraciones.
El enfermo alcohólico está desamparado ante las exigencias de la realidad, se siente impotente para enfrentar adecuadamente las complejidades de la vida familiar, conyugal o profesional. Puede, por otra parte, estar dotado de una inteligencia destacada "generalmente por encima del común de las gentes" y ser capaz de lograr éxitos excepcionales en cierto terreno. Así, es fácil y frecuente encontrar el cuadro del fracaso en el hogar y el éxito en la vida laboral o intelectual. Frente a las exigencias de una realidad determinada, queda preso de una cierta urgencia que lo lleva a un estado de pánico, no puede manejar con facilidad el vencimiento de algunas obligaciones y éstas lo aplastan.
Su personalidad no conforma un ego fuerte, capaz de resistir frente algunas exigencias del mundo exterior. Esto se halla también en hombres de apariencia física muy vigorosa, en quienes no es fácil sospechar tal debilidad por su anatomía. Su debilidad interior, su inferioridad, los empuja a buscar una compensación de otra personalidad, una "más fuerte", tanto más, que por ello la bebida se anuncia con frecuencia como "bebida de hombres". El alcohólico ignora que tiene un desorden de la personalidad oculto. En este síntoma actúan impulsos inconscientes y bebe el alcohol como medio para obtener gratificaciones prohibidas, o para llevar a cabo hostilidades reprimidas, o desaparecer inhibiciones y ansiedades.
Los típicos padres de alcohólicos podrían ser: una madre sobre protectora, demasiado condescendiente y un padre agresivo, frío, poco afectuoso e inconsciente hacia los hijos. En la personalidad alcohólica, se encuentra siempre un patrón de dependencia con ira reprimida, un sentimiento de ser rechazado por los padres y un intenso deseo de afecto. Existe también un sentimiento de culpa a causa del resentimiento que tienen hacia la vida o hacia los padres, así como un sentimiento de inferioridad a causa de su pasividad y dependencia.
En la pubertad, los sentimientos de inferioridad y de envidia hacia la potencia masculina se intensifican, por lo que el joven con la predisposición genética, al tener contacto con el alcohol, siente que el beber es una prueba de hombría y el no beber demuestra debilidad. El alcohol hace que el enfermo se sienta potente, cura la autoestima lastimada, y trae consigo el autoengaño infantil de la omnipotencia.
Basándose en la observación clínica, se pueden presenciar ciertos rasgos que caracterizan la personalidad alcohólica:
Los sujetos con personalidad alcohólica presentan una marcada infelicidad y conflictos en su historia familiar. Los alcohólicos nunca se sintieron queridos durante la infancia, o sienten que son una carga para los padres. Y es perfectamente comprensible que el alcohólico adulto, ya en actividad, sea incapaz de establecer una relación afectiva y significativa con sus hijos y con los que le rodean, ya que ve el mundo a través de una neblina emocional que es impenetrable a la capacidad de percepción de la gente que lo rodea o que trata de acercársele. Por eso, el alcohólico se aísla y encuentra imposible integrarse con otros, así sean sus parejas, sus hijos, amigos, etc. Está centrado en sí mismo y preocupado en grado superlativo en él, su imagen y su prestigio.